Para Gastronómica de México (2008)


El Mercado, santuario popular

" Dejadme primero ver el mercado, que luego iré al cielo"
Entre gula y templanza, CORCUERA, Sonia. Fondo de Cultura Económica 1999.

¿Qué le damos guerita?; Pásele, pásele! seño, qué va a llevar? se escriben como frases necesarias a lo largo y ancho de los pasillos del recinto mientras el visitante se deleita ante tanto colorido. Estas plazas son de anécdota. ¿Quién no acompañó a su abuela alguna vez en su vida para ayudarle con el mandado? Esta es una práctica y una tradición que como tal no debería desaparecer así como así, aquí se comparte, se crea la vida cotidiana de los pueblos.

Los mercados en México han sido el punto de encuentro desde tiempos prehispánicos. Aquí conversan esos sabores y olores que más tarde hacen de nuestra mesa una faena. Es un intercambio pacífico entre pueblos, compartiendo de sí en una manera sublime. Hay fiesta todos los días, entre los pasillos las confesiones murmuran acerca de como llevar a la cocina lo más fresco y barato.

El olor a frutas de temporada y el aroma de las flores se van diluyendo en ese aire matinal que devela estos espacios públicos de la ciudad de México a diario. Sitios llenos de cotidianeidad pero que no por eso dejan de ser mágicos. El cocinero tiene la oportunidad de escoger caprichosamente lo que sus sentidos e imaginación van seduciendo en el paso de este templo.

La pintora Olga Costa en su obra "Vendedora de frutas" (1951) capta con gran detalle la esencia de una vendedora de antojos multicolores. Su belleza resalta en cada forma que ofrece. Podemos imaginar que a nuestro paso la marchante nos ofrece una fresca pithaya alrededor de esas granadas de rojos intensos y el mamey que en poco tiempo se convertirá en ante, en fin todo provocando una peculiar experiencia.

Papel picado, piñatas elevadas al cielo como vigilantes del lugar, hilos de colores son cómplices de como los tianguis se resisten a desvanecer. Realizar las compras aquí resulta interesante y atractivo nadie sale con las manos vacías, más allá de un regateo y del famoso pilón el comprador sale satisfecho de cumplir lo que la mesa demanda: encontrar una manera noble de conquistar el paladar.



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Comentarios

Betoman dijo…
WOW que buena crónica, deberías seguir narrando tu paso por las cocinas y la ciudad, nos enseñarías mucho de lo que muchos pasamos por inadvertido.

buena vibra!!!
Anónimo dijo…
muy interesantes!!!
yo e vivido en carne propia lo que es la ciudad de mexico y es super impresionante, su gastronomia, su cultura, su gente.
Animo!!!

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